Todo el mundo tiene sentimientos. A veces tratamos de esconderlos, pero siempre están ahí.
Cuando tratamos de esconder cómo nos sentimos o tratamos de no mostrar nuestros sentimientos, éstos no desaparecen. Con el tiempo se vuelven más y más fuertes. Empiezan a controlar nuestras palabras y acciones aun cuando no queramos. Al ignorar nuestros sentimientos, les damos más poder. ¡Hasta nos pueden enfermar! Es mejor hablar acerca de ellos con personas de nuestra confianza.
Los sentimientos siempre están cambiando. A veces estamos tristes. Otras veces estamos felices. Con el tiempo, generalmente un sentimiento triste se convierte en un sentimiento feliz.
Nuestros sentimientos–y los de otra gente–son válidos en el momento que suceden. Aunque nos sintamos bien, tenemos que aceptar que es posible que nuestro familiar o nuestro amigo no se sientan igual. No podemos forzarnos ni forzar a otros a sentirse de cierta manera.
Si nos sentimos tristes durante mucho tiempo, podemos hablar con alguien de confianza que nos apoye. Esa persona podría ser un familiar, un amigo, un cura o ministro, un consejero o un doctor.
Hablar de nuestros sentimientos es bueno para nuestra salud. Cuando uno está feliz y contento, uno se siente bien hablando de nuestros sentimientos. Pero a lo mejor no es tan fácil hablar cuando nos sentimos tristes, heridos, solos o estresados. Sin embargo, hablar acerca de estos sentimientos es el primer paso para sentirnos mejor.
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